Últimamente se usa con mucha comodidad en televisión el término 'universitario' y 'máxima casa de estudios', para establecer categorías contradictorias de lo que la clase burguesa fantasea con éstos conceptos.
Si bien la universidad, la UNAM, la más importante del país México, posee atribuciones muy importantes, como patrimonio de la humanidad y posicionamientos altos en escalas de clasificación a nivel mundial por diferentes conceptos académicos, entre otros, no es esto lo más importante o el motivo que debiera darnos mayor orgullo.
Me refiero entonces, al quehacer diario de un estudiante, un académico que pertenece a 'la universidad del pueblo'. El estudiante pasa a ser una persona que rescate la discusión, las ideas, las propuestas de cambio y deja de ser un autómata del sistema, de su inmediato sistema educativo que le ha mantenido castrado en el pensamiento.
El estudiante entonces debe entenderse como una persona que no debe cosificarse y por ende comercializarse, como últimamente han planteado los rectores y algunos altos directivos de la institución.
Es por esto que el daño físico a unos vidrios, pintas en las paredes, no son más que huellas de algún descontento en lo colectivo ; son razones para el diálogo y no para la condena y persecución, que en realidad son las actitudes de un brazo del gobierno del país, los llamados medios masivos de comunicación.
Somos estudiantes, somos libre pensadores y la protesta es el vínculo de unidad que tenemos con nuestra sociedad.
Basta de falsos linajes y símbolos de dominio de ideologías que no nos pertenecen.
Por mi raza hablará el espíritu, Universidad Nacional Autónoma de México, crítica, pública, laica y gratuita.